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Incendio en Tenerife: un grito de alerta en medio de la creciente crisis climática

El incendio en Tenerife subraya la urgencia de abordar la crisis climática y la importancia de la prevención y adaptación global.

La isla de Tenerife ha visto calcinada una superficie equivalente a 13.000 campos de fútbol, afectando a 12 municipios y más de 26.000 habitantes. Este es el incendio más severo en cuatro décadas para la isla. El presidente de Canarias, Fernando Clavijo, en declaraciones efectuadas el lunes, transmitió un mensaje esperanzador al afirmar que «ha pasado lo peor», a pesar de la magnitud del desastre. Mientras, Pedro Sánchez, presidente del Gobierno en funciones, anticipó que la zona será declarada «catastrófica» tras sofocar el fuego.

Mientras las comunidades afectadas intentan comprender y lidiar con la magnitud del desastre, surgen preguntas urgentes: a pesar de la vasta experiencia de España en incendios, ¿por qué siguen ocurriendo tragedias de esta magnitud? Expertos en la materia señalan la falta de prevención y el inevitable surgimiento de focos activos como factores clave. La situación se ve agravada por el cambio climático, que ha traído consigo sequías más prolongadas, vientos secos y temperaturas extremadamente elevadas.

Pedro Martínez, ingeniero forestal, en el vídeo de YouTube de InformativosTvc

Las causas de la magnitud del incendio en Tenerife

Durante el incendio, Canarias experimentó una ola de calor extremo con temperaturas nocturnas de alrededor de 35 grados. A pesar de las medidas defensivas, el fuego logró afectar varios municipios. Pedro Martínez, ingeniero forestal y parte del equipo técnico de Tenerife, expresó su asombro por la rapidez y la intensidad del fuego. Las altas temperaturas, especialmente durante la noche, complicaron aún más las labores de extinción.

El impacto del cambio climático no puede ser subestimado. El sexto informe del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) atribuye a la acción humana las consecuencias del cambio climático a nivel global, resultando en un aumento en la frecuencia de eventos meteorológicos extremos, tales como olas de calor, intensas lluvias, sequías y ciclones tropicales.

Aridane González, investigador de la Universidad de Las Palmas y presidente del Comité Científico del Gobierno de Canarias para Cambio Climático, subraya la relación entre el aumento de las temperaturas globales y la frecuencia de incendios. González y su equipo abogan por la promoción de la agricultura local, argumentando que el cuidado y mantenimiento de las tierras agrícolas pueden actuar como una barrera contra los voraces incendios. «Cuando hablamos de temperaturas, incendios y cambio climático, debemos entender que el papel del ser humano es muy importante, tanto en la prevención como en las causas del inicio», señala González. 

La prevención es esencial para combatir los incendios forestales, y los especialistas de Tecnifuego enfatizan la relevancia de «una adecuada planificación del terreno, intensificando la limpieza y adoptando otras estrategias preventivas».

El desafío burocrático es otro obstáculo. Las respuestas a la crisis climática son lentas y la falta de personal y recursos es evidente. La coordinación y prevención son fundamentales, como se observó en Gran Canaria tras un incendio en 2019. A pesar de las diferencias climáticas entre Gran Canaria y Tenerife, los riesgos persisten debido a problemas de sequía y vegetación inflamable.

La orografía de Tenerife también presenta desafíos. Con distancias cortas desde la costa hasta las montañas, tanto los equipos terrestres como los aéreos enfrentan dificultades para combatir el fuego.

Resiliencia ante la crisis climática

La isla de Tenerife, joya del archipiélago canario, enfrenta ahora un proceso de recuperación que, sin duda, probará la fortaleza y resiliencia de su comunidad. Tras el devastador incendio que consumió gran parte de su riqueza natural, la isla se enfrenta a una recuperación ardua y prolongada. Las imágenes de montañas calcinadas y fauna desplazada resaltan la vulnerabilidad de estos ecosistemas, que alguna vez se consideraron inquebrantables ante las adversidades.

A medida que Tenerife busca reponerse, el incendio sirve como un sombrío recordatorio de los desafíos que enfrenta el mundo en medio de una crisis climática creciente. Las fluctuaciones extremas en el clima, las sequías más intensas y las temporadas de calor más pronunciadas alimentan estos desastres, poniendo en jaque no solo la biodiversidad, sino también la subsistencia de comunidades enteras.

Los habitantes de Tenerife no están solos en su lucha. En diferentes regiones del mundo, comunidades están enfrentando desastres similares, impulsados en gran medida por el cambio climático. Sin embargo, estas tragedias también han sacado a la luz la increíble capacidad de adaptación y solidaridad humana. Vecinos, voluntarios y organizaciones se unen para reconstruir y proteger aquello que se ha perdido.

Es crucial que, mientras Tenerife y otras regiones avancen en su recuperación, las conversaciones a nivel global sobre mitigación y adaptación al cambio climático se intensifiquen. La historia de Tenerife, marcada ahora por las llamas, debe ser una llamada a la acción y conciencia para proteger el frágil equilibrio de nuestro planeta.

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