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«Tecnoestrés», el uso de las TIC y su afectación a la salud laboral

Autor: Laboratorio de Psicología del Trabajo y Estudios de Seguridad de la Universidad Complutense de Madrid.

Las Tecnologías de la Información y la Comunicación se han convertido en la actualidad en un aspecto muy influyente en la vida personal, social, familiar y laboral, aportando valor a las empresas, al trabajo y a las personas. Facilitan las tareas administrativas, ahorran tiempo y esfuerzo y, además, suponen en muchos casos una estrategia de marketing para la organización. La gestión de la información y la comunicación en las empresas llega a marcar la diferencia entre unas y otras. La información transmitida mejora la toma de decisiones dentro de la empresa, pudiendo traducirse esto en mejores resultados, siempre que se utilicen las TIC de forma adecuada.

ESTUDIOS Y ANALISIS

 

No obstante, el uso de estas herramientas ha cambiado la forma de realizar el propio trabajo, llegándose incluso a observar la aparición de situaciones donde se evidencian riesgos tanto psicológicos como físicos para la salud de los trabajadores que están en continuo contacto con ellas. Las tecnologías cambian de forma más rápida que la capacidad de algunas personas para adaptarse a ellas, siendo esto una puerta de acceso para el desarrollo del tecnoestrés.

¿De qué hablamos al utilizar la palabra «Tecnoestrés»?
La primera referencia al término como tal se debe al psiquiatra Craig Brod, que en 1984 lo utiliza como título de su libro «Technostress: The human cost of the Computer Revolution». Posteriormente se han dado numerosas definiciones del término, siendo una de las más específicas la de Salanova (2003):
«El Tecnoestrés se define como un estado psicológico negativo relacionado con el uso de TIC o amenaza de su uso en un futuro. Ese estado viene condicionado por la percepción de un desajuste entre las demandas y los recursos relacionados con el uso de las TIC, que lleva a un alto nivel de activación psicofisiológica no placentera y al desarrollo de actitudes negativas hacia las TIC».
En esta definición se observa que el tecnoestrés es una percepción por parte del trabajador, donde se evidencia un desajuste entre las demandas que exige el entorno de trabajo y los recursos tanto individuales como externos que se poseen para hacerlas frente. Destaca la importancia de la variable cognitiva (percepción), y por otra parte la actitud negativa ante el uso de las TIC y los síntomas relacionados con la activación psicofisiológica.

¿Qué tipo de puestos de trabajo lo sufren y de qué forma afecta el tecnoestrés a la seguridad de los trabajadores y de la empresa en general?
El tecnoestrés, al derivarse de la introducción de las nuevas tecnologías, afecta sobre todo a los puestos de trabajo en los que se precisa de personal cualificado. Los grupos funcionales más afectados son los siguientes (IFES, 2007):
– Directivos: director de I+D, director de Innovación y gerente. Son los que deben estar más al tanto de la información sobre las TICs, debido a que en su mano está el aumentar la seguridad y el progreso de los trabajadores en su uso.
– Mandos intermedios: cumplen una función muy importante ya que supervisan la mayoría de las funciones realizadas e informan a los superiores. Nuevamente, deben ser conocedores de la facilidad con la que las herramientas tecnológicas transmiten la información, pero deben asegurarse que los demás realizan el trabajo de forma segura. Por ejemplo, si existe la posibilidad de que peligre la seguridad de un trabajador, un mando intermedio tiene la responsabilidad de velar por el buen funcionamiento de las herramientas tecnológicas que está utilizando, cerciorándose de que no hay fallo alguno en la realización del trabajo. Los puestos más comúnmente afectados en este grupo son: jefe de Base, inspector de Control, jefe de Almacén, jefe de Área o Servicio, jefe de Departamento, jefe de Equipo, jefe de División, jefe de Pedidos, jefe de Proyecto, jefe de Turnos, responsable de Área, etc.
– Técnicos: esta categoría supone un personal altamente cualificado (Ingenieros y Técnicos I+D, Programadores, Técnicos de Prevención de Riesgos Laborales, etc.).
– Trabajadores especializados: almaceneros, ayudantes de oficios, decoradores, administrativos, paletistas, ayudantes de Oficios, especialistas de Oficios, etc.
Por lo tanto, podría decirse que la seguridad en la empresa y para los trabajadores, representa un aspecto a revisar en mayor detalle debido a la implantación de nuevas herramientas tecnológicas ya que, entre otras cosas, la introducción de tecnologías en diferentes puestos de trabajo supone asumir nuevas competencias (por ejemplo, el trabajador que sepa manejar la grúa de forma mecánica, deberá saber gestionar también algunas tareas sobre la mercancía con herramientas tecnológicas nuevas, así como el administrativo deberá saber utilizar un posible nuevo software de administración que se vaya a implantar para intentar aumentar la productividad de la empresa).

¿Qué consecuencias puede acarrear el tecnoestrés?
Puede conllevar consecuencias tanto físicas como psicológicas. Las personas que sufren tecnoestrés puede desarrollar ansiedad, inseguridad e incertidumbre, depresión, insatisfacción, sentimientos de incompetencia, insomnio, dolores de cabeza y molestias físicas (Durán, 2009). Por ejemplo, es sabido que pueden producirse daños derivados del uso de pantallas de visualización como sequedad en los ojos, vista cansada, molestias musculares, y la posibilidad de aparición de migraña y cefalea tensional, entre otros. Todos nos hemos irritado alguna vez al esperar ante una aplicación informática que parecía no funcionar.
A todo esto se añaden los sentimientos negativos generados por tener que «renovarse» continuamente para poder seguir trabajando y hacer frente a la competencia. Es muy común que el trabajador se sienta obsoleto en relación a su desempeño en la organización (Salanova & Nadal, 2003).
Debido a la multitud de cambios que se suceden en el entorno laboral actual y a la necesidad de actualizarse y ser más flexibles ante un mercado tan fluctuante, no es extraño encontrar personas que (sobre todo con edad avanzada), sienten miedo o evitan enfrentarse a las nuevas tecnologías, solo por la primera imagen «cambiante» o «moderna» que éstas transmiten. Para desarrollar estrategias ante el tecnoestrés, sería conveniente saber qué significan las TIC para el trabajador, qué espera éste de ellas y con qué recursos cuenta.

Tipos de «Tecnoestrés» más conocidos (Salanova et al., 2007)
Hablar de tecnoestrés supone explicar un concepto en términos generales. Normalmente la definición general se ajusta a lo que se llamaría «tecnoansiedad», el tipo más conocido. Además de éste, es preciso hablar de «tecnoadicción» y «tecnofatiga».
La tecnoansiedad se refiere a la experimentación por parte del trabajador de altos niveles de activación fisiológica molesta, sintiendo tensión por el uso de algún tipo de TIC. Esta situación conduce a pensamientos negativos sobre su capacidad de uso de estas herramientas, adoptando actitudes de desconfianza hacia sí mismo. En algunos casos, el trabajador puede desarrollar fobia hacia las TIC, evitándo incluso pensar en ellas.
La tecnofatiga hace referencia a los sentimientos de agotamiento cognitivo debidos al uso de estos medios, acompañado además de actitudes de evitación y sentimientos de incompetencia o creencia de falta de habilidad para su uso. Un subtipo específico es el síndrome de «fatiga informativa», que aparece cuando surge sobrecarga de información tras el uso de Internet.
Por último, la tecnoadicción es el tipo de tecnoestrés que aparece debido a un impulso incontrolable por utilizar estas herramientas en todo momento, con indiferencia del sitio o situación social donde se encuentre la persona. Se pierde mucho tiempo inútilmente y se suele «estar conectado» durante largos períodos de tiempo. Con la llegada de los smartphones esto ha supuesto una adicción mayor.
Un estudio llevado a cabo por el Instituto Nacional de Tecnologías de la Comunicación indica que hay diferencias entre usuarios de smartphones y los usuarios de móvil convencional. Los que disponen de un teléfono inteligente realizan en la actualidad la mayoría de actividades desde el móvil, como consultar el correo electrónico o revisar toda la información de actualidad en la Web (INTECO, 2011), cosas que, con la llegada además de las redes sociales y multitud de aplicaciones para este tipo de teléfonos (por ejemplo «Whatsapp», «Line», con su servicio de mensajería instantánea) requieren más tiempo del usuario para hacer frente a toda la información que le llega.

¿Por qué aparece el tecnoestrés?
El tecnoestrés puede aparecer por varias razones:
– Falta de información respecto al uso de la herramienta tecnológica.
– Falta de apoyo de supervisores y compañeros para solventar los problemas que se presenten.
– Un mal funcionamiento del ordenador o un mal diseño de los programas informáticos, dificultándose el trabajo debido a la lentitud del equipo o el programa.
– Pérdida de datos por caídas de los sistemas.
– Sobrecarga de demandas exigidas en el entorno de trabajo, (puede que las herramientas tecnológicas ayuden a ahorrar tiempo, dinero y esfuerzo, favoreciendo la gestión de los procesos, pero a pesar de ello, en muchas ocasiones prima la consigna «cuánto más se pueda hacer, mucho mejor», pudiendo aparecer estrés.
– Falta de control sobre el propio trabajo.
– Falta de recursos tanto individuales como organizacionales para hacer frente a las demandas.
– Etc.
Sin embargo, es preciso tener en cuenta los factores individuales, hay personas más resistentes que otras. Aquellas personas más perseverantes y que no se desaniman ante los fracasos tendrán más posibilidad de hacer frente a las exigencias que impone la introducción de innovaciones tecnológicas.
Salanova (2003) indica que el tecnoestrés aparece debido a las altas demandas exigidas en el entorno de trabajo en lo que a las TICs se refiere, y a la falta de recursos por parte de la persona y/o de la organización. Algunos modelos explicativos como el modelo Demanda-Control-Apoyo Social indica que la situación laboral más nociva es aquella en la que el trabajador percibe altas demandas laborales combinadas con un escaso control sobre el trabajo y poco apoyo organizacional (Karasek, 1979; Karasek & Theorell, 1990). Por su parte, el modelo Demandas-Recursos Laborales (Demerouti, Bakker, Nachreiner y Schaufeli, 2001) explica que la relación entre la falta de recursos y elevadas (o monótonas) demandas propias de las TICs se puede cambiar por la existencia de competencias personales (conocimientos sobre las TIC, autoeficacia percibida, etc.). Desde este modelo, los tecnoestresores se dividen en:
– Las demandas laborales: relacionadas con TICs que requieren esfuerzo durante un cierto periodo de tiempo y conllevan consecuencias tanto físicas como psicológicas. Los principales problemas en trabajadores que utilizan las nuevas tecnologías son: la sobrecarga de trabajo, tener que atender a gran cantidad de información (¿qué atender primero?), la monotonía en el trabajo (cuando la herramienta tecnológica nos parece «siempre lo mismo») o la ambigüedad de rol (informaciones que llegan de todos lados y no aclaran una tarea, por lo que finalmente la persona no sabe qué tiene que hacer).
– Los recursos laborales: como por ejemplo, el nivel de control sobre las TIC, la retroalimentación de otras personas o de la propia herramienta sobre su uso correcto, y el clima (de apoyo o no) por parte de compañeros y supervisores. Lo idóneo es que el diseño de una tecnología nueva se centre en las capacidades del usuario, facilitándole la tarea, aumentando su rendimiento, productividad y bienestar en el trabajo.

Conciencia de la enfermedad y tratamiento
En vista de la paradoja de «cambio permanente» que vivimos, es evidente que hay que tomar medidas para afrontar el estrés ante las nuevas tecnologías. Es preciso desde la organización tomar medidas, hacer frente a los cambios para que al trabajador le resulte adaptativo y no desarrolle escepticismo ante el uso de estas herramientas. Concretamente, se hace necesaria una concienciación desde los departamentos de recursos humanos, desde los que se deberían llevar a cabo una política orientada a la prevención del daño psicosocial que significan las nuevas formas de trabajar, mediante la disminución y/o eliminación de barreras, proporcionando posibilidades de formación para practicar, simplificando la tecnología o haciéndola más fácil de usar y reduciendo así la ansiedad. Cuanto más facilidades perciban los trabajadores para afrontar el uso de una tecnología, menos tecnoestrés se producirá (Alfaro, 2009).
Lo ideal es prevenir antes de que se produzca cualquier tipo de daño en el trabajador. Para ello, se debe realizar un rediseño del puesto de trabajo en el que se va a implantar la nueva tecnología, y determinar cuáles serán las nuevas competencias que tendrá que desarrollar el trabajador. Posteriormente se tendrán que poner en marcha planes de formación para evitar en la medida de lo posible el tecnoestrés (Salanova et al., 2007).
Es importante que las herramientas tengan diseños ergonómicos que faciliten la interacción persona-máquina, posean alta «usabilidad», es decir, que sea fácil de usar para cualquier trabajador.
Otra forma de prevención es crear equipos de trabajo, que fomenten una cultura y clima organizacional más constructivos. Los equipos de trabajo estarían dedicados a la implantación de soluciones que trabajasen los problemas que se pueden generar tras la implantación de las innovaciones tecnológicas.
Por otra parte, cambiar el clima y la cultura organizacional es difícil pero a largo plazo puede conseguirse. La clave se encuentra en el apoyo a la introducción de las nuevas tecnologías mientras que se da soporte a las personas que van a utilizarlas. El apoyo organizacional ha sido una variable estudiada en multitud de trabajos donde se ha evidenciado su efecto amortiguador del estrés laboral en diferentes entornos (López-Araújo & Osca, 2011; Terry & Jimmieson, 1999). Así, en lo que respecta al tecnoestrés, se ha observado que un clima de apoyo es más eficaz para contrarrestar los efectos de esta patología en los trabajadores que la padecen, mejorándose la autoeficacia (Cifre, 1996).
Además de todo esto, aumentar el control sobre el propio trabajo, la autonomía y la responsabilidad puede ser todo un reto positivo para la persona. La falta de control sobre la máquina conlleva problemas físicos y psicológicos, similares a los mencionados líneas más arriba (problemas musculares, irritabilidad, insatisfacción, ansiedad, depresión, etc.)
A pesar de hablar sobre esta patología y aportar medidas, se hace necesaria la difusión de los problemas y riesgos que entrañan las TIC. Éstas nunca deberían sustituir la calidad humana de las relaciones ni ocupar nuestro tiempo indebidamente. Debido a la evolución del mercado en estos momentos, es preciso que tanto las organizaciones como los trabajadores estén informados de sus riesgos, a parte de sus notables ventajas.?

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