Artículo de Alberto Alonso, Solutions Engineer de Axis Communications

Las clasificadas como Infraestructuras Críticas son instalaciones y unidades operativas que desarrollan actividades esenciales para la sociedad. Es decir, que la interrupción o alteración de su actividad tendría un impacto severo en la vida de las personas y en el funcionamiento habitual de las otras actividades de la región o incluso del estado. Por esto tienen planes específicos de protección, una legislación y normativa también específicas y son objeto de especial atención en lo que a seguridad se refiere.
Si la legislación y normativa son específicas y especiales para estas instalaciones, cabe pensar que los sistemas de seguridad que se emplean para protegerlas deben mostrar también algo de singularidad y especificidad. Es decir, que parece lógico pensar que se empleen sistemas y dispositivos que respondan a las más altas exigencias y que presenten la mayor fiabilidad, así como que estén especialmente adaptados a los entornos y situaciones en las que deben desempeñar su tarea.
Las certificaciones y estándares ayudan a garantizar estos aspectos, pero ya sabemos que hay muchos detalles que van más allá de esas certificaciones y estándares y que precisan de un análisis más profundo y detallado para determinar lo más idóneo para este requerimiento extremo.
Son muchos los aspectos en los que los dispositivos que van a formar parte de los sistemas de protección deben ofrecer la máxima fiabilidad y el mejor rendimiento. Pensamos, lógicamente en una baja tasa de averías, las mejores prestaciones en su categoría (calidad, alcance, sensibilidad, fiabilidad de detección, etc.) y la robustez mecánica y medioambiental (protección contra condiciones externas – meteorología, vandalismo, entorno, etc.). Esas son premisas iniciales, sin duda, ya que necesitamos que estos dispositivos no fallen, no dejen a la infraestructura crítica sin protección.

Infraestructuras Críticas: sistemas de eficientes
La tecnología incorpora de manera vertiginosa soluciones que ayudan a construir sistemas cada vez más eficientes y dispositivos cada vez más adaptados a las condiciones de trabajo. Así, tenemos las analíticas con inteligencia artificial, los sensores de detección basados en radares o tecnología Lidar, las cámaras térmicas, los dispositivos con protección para ambientes explosivos (ATEX), los sistemas de audio digital bidireccional, entre otros muchos. Todo ello, permite detectar, evaluar y responder de modo más eficiente a las situaciones de riesgo.
Sin embargo, con demasiada frecuencia se pasan por alto otros aspectos no menos relevantes a la hora de calificar un dispositivo para formar parte de estos sistemas «críticos».
Si estamos ante sistemas de seguridad que deben proteger a instalaciones críticas, la primera característica que deben tener esos sistemas es ser en sí mismos seguros, es decir, no constituir ellos mismos un riesgo para la instalación. Me refiero a la ciberseguridad.
Cuando evaluamos un dispositivo para ser usado en una infraestructura crítica, antes de atender a sus prestaciones técnicas (detección, imagen, resolución, sensibilidad, alcance, etc.), la condición primaria y excluyente es la ciberseguridad. Si el dispositivo no es ciberseguro y no permite garantizar la ciberseguridad del sistema, simplemente no funciona.
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