Por Eva Grueso. Ascom detectives privados.
Será añoranza del finalizado verano, o deseos de uno próximo que, tras la vuelta a la vida laboral, y con ello a la cruda realidad, la imagen de zocos y mercadillos ha venido a mi mente. Se trata del mismo tipo de espacios, los primeros, tradicionales de los países árabes, los segundos, la denominación de los anteriores en español. Generalmente, celebrados al aire libre y, con frecuencia, tienen lugar en un determinado día de la semana o en una definida época del año, por lo que puede hacerse extensivo a nuestros actuales mercados tradicionales.
Habitualmente, los zocos se han venido ubicando en una plaza en el centro de la ciudad, pues en torno a él giran muchas otras actividades y, dado que se trata de un lugar concurrido para todo tipo de compra venta de artículos variados, surgen, por ello, actividades secundarias de servicios para quienes los visitan, fundamentalmente el transporte.
En función del lugar en el que se desarrollan, la actividad puede ser semanal o diaria, dependiendo de la población y los puestos con los que cuente. En nuestro vocabulario actual están presentes la toledana plaza de Zocodover y la calle Azoque de Zaragoza, donde se localizaba, en otra época, el Zoco de la ciudad. Realmente, son espacios centrales de la vida social.
Se me vienen a la cabeza varios de ellos, por su tradición, por su actualidad o por la visita realizada. Son, quizás, los más destacados el de Marrakech, los zocos de Fez, el Gran Bazar de Estambul o los mercados de Jordania, todos ellos formando un laberinto de callejuelas llenas de puestos y tenderetes en los que hacer compras y donde, actualmente, los dependientes intentan aprovechar la llegada de los turistas. En Marrakech es posible adquirir ropa, especias, comida, artesanía y productos típicos, además de poder encontrar artesanos agrupados por gremios: tintoreros, cesteros y ferreteros suelen ser los más habituales.
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